jueves, 8 de agosto de 2013

Después de ti.

“Y la vida siguió como siguen las cosa que no tienen mucho sentido..." Cantaba Sabina, pero podría haberlo cantado cualquier mamá que vuelve a casa sin su bebé.
Ya estaba. Empezaba la nueva vida. No sabía bien bien por dónde cogerla. Me sentía en un desierto desconocido y sin ver más que arena en los cuatro puntos cardinales.
Se suponía que debía seguir adelante... ¿Por dónde se iba a adelante? No encontraba el rumbo por ningún sitio.
El mundo exterior me daba rabia y el interior me daba pena. Vivir se convirtió en un cúmulo de días tristes y noches difuminadas por las lágrimas de mis ojos.

No estabas. Me parecía increíble. Cuando el cansancio me dormía, el sobresalto de tu ausencia me despertaba y hacia que me tocase la barriga ansiosa, con la esperanza de comprobar que todo había sido una pesadilla. Ese gesto se repitió cada noche, durante semanas... Y ninguna de las veces fue un sueño.
Cada vez era más real. Ya no llegarías... Ya no habría primavera, ni verano para ti. Ni paseos en bici, ni dibujos en la nevera, ni cumpleaños feliz. No. Debía reconstruir el futuro que había diseñado para nosotras, pero debía rehacerlo sin ti. Lo intentaba pero el en lugar que tenías reservado ahora había un vacío enorme que no podía rellenar con nada.
Recuerdo esa sensación desconcertante como si fuera ayer. Jamás he tenido tanta incertidumbre como cuando desapareciste.
¿Cómo se supone que una ha de rehacer su vida sin fuerzas, ni ganas y sin un proyecto que seguir?

Cuando Miquel se incorporó al trabajo, los días se volvieron más negros aún. La desmotivación por la vida ganaba terreno. Mi madre se empeñaba en hacerme encargos simples, con el ánimo de mantenerme ocupada, y yo solo sentía fuerzas para abrir mis ojos y llorar.
Lloré de todas las maneras que se puede llorar. Podría haber creado el Kama Sutra del llanto. Cada lágrima que rodaba por mi mejilla, era un pedacito de dolor que se iba de mí y viajaba al olvido. Porqué si algo tiene de amable el dolor es que ese olvida. La intensidad se queda por el camino, y esa tremenda punzada en el corazón que un día nos desgarró, al recordarla nunca es igual. Duele, y dolerá siempre pero nunca tan tan fuerte. Y es que doler más que al principio, es imposible.

La gente ya no me pregunta. Y si lo hacen es para regalarme un desagradable "¿ya se te ha pasado?" a lo que contesto esquivando la mirada.

El sol sale cada día, pero encima de mí se ha posado una nube negra que me dedica tormentas diarias sin paraguas ni chubasquero... Es el momento de pedir ayuda. La busco. La encuentro. La acepto.
Tenía claro que si seguía haciendo lo que estaba haciendo, seguiría consiguiendo lo que estaba consiguiendo... O sea nada. Vivir sumida en el dolor... Yo no era esa. Yo no era unas ojeras con ojos. Yo era una mujer feliz, sonriente y enamorada del humor.

No entendía como mi deseo por tener un bebé acabó en el dolor más profundo que jamás había sentido.
La poca energía que tenía para vivir, la invertí en recuperarme. Y le puse tantas ganas, que reviví. 
Y no volví a ser la misma, empecé a ser mejor.


4 comentarios:

  1. Noelia, no te conozco,... supe de tí ya que estoy viviendo una situación similar, contacté contigo pero de momento no tengo fuerzas,...
    A mi tambíén me está ayudando escribir, hablar por escrito con mi pequeño Eloi i con quien me quiera escuchar,...
    Tus reflexiones me hacen entenderme a mí misma, buscar esa fuerza interior que sé que está y que no encuentro,... luchar por poder decir eso de 'no volví a ser la misma, empecé a ser mejor'.

    Gracias, mil gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti, Silvia.
      La fuerza interior a veces se esconde tras el dolor. Pero el dolor pasa, y esa fuerza renace.
      Un abrazo fuerte, valiente.

      Eliminar
  2. Gracias...he encontrado en tus palabras, mis palabras.... Una abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me aleggro M.Àngels.
      Gracias por escribirme.
      Un abrazo fuerte!!

      Eliminar