miércoles, 9 de octubre de 2013

Tendré que imaginarte

Suena mi teléfono nuevo. Me cuesta identificar de dónde sale ese ruido estridente. Es la primera llamada que recibo.
Al otro lado, una voz dulce que pregunta por mí. Es mi ginecóloga. He estado esperando su llamada desde hacía semanas. No me había atrevido a esperar con impaciencia, ya que sabía que tardaría en llamar.
A principios de septiembre fui a verla. Hacía meses que tenía una pregunta muy importante que hacerle. Me inquietaba el interrogante porque me daba terror la respuesta, y hoy, ha llegado.

“¿Recuerdas lo que me pediste?, siento decirte que no. He hablado con la patóloga y no hicieron fotos (de Cora). Solo las hacen, por protocolo, cuando el bebé sufre alguna malformación, para dejar constancia. Lo siento mucho.”

Le contesto cordial y amablemente. Pero noto como mi corazón se va desquebrajando poco a poco. Me despido de ella sin dejar que amanezca la emoción que intuyo. 
Cuelgo. Respiro hondo. Intento controlar mis lágrimas. Estoy en casa de mis padres y no me apetece que me vean llorar. Se lo digo a Miquel. Nos miramos un segundo y cruzamos algunas palabras. No quiero sentir el dolor que siento. Me trago mi sentir y avanzo hacia el comedor. 
Adai juega encantado con su “yayi”. Lo miro y me pregunto si Cora hubiera sido tan rubita, de piel tan suave y de sonrisa permanente. No lo sé, y jamás lo sabré.

Me atreví a pedir su foto porque se me olvida su cara. No sé cómo no pensé en fotografiarla  yo misma cuando nació. A veces me odio por no haber sabido pensar en algo tan simple. Todas mis posibilidades por volver a verla se esfuman tras esa llamada.

Quiero su foto porque ya no sé si la recuerdo a ella o recuerdo la imagen que he creado de pensarla tantas veces.
Cuando la conocí físicamente, a primera vista sentí decepción y rabia que no supe expresar. La comadrona tuvo la brillante idea de censurar sus ojos y su boca con unos esparadrapos trasparentes. Vetó su mirada inerte y su boca pálida. ¿Qué quiso esconder? Mi hija era la más bella pese a que rebosara muerte. Aquella señora inculta emocional me prohibió, con sus celos tajantes,  que contemplara a mi nena en su totalidad, tal y como era.
Con un gorrito y una sábana verde, quedaba escondido el resto de su cuerpo. Quise verla toda, pero no pude. Estaba envuelta como el mejor de los regalos, deshice vueltas y vueltas de tela de quirófano, y su cuerpo no aparecía. Decidí no desenvolver más, y quedarme con la imagen de su cara solamente.

Hoy me arrepiento. Me arrepiento con todas mis fuerzas. Estoy rabiosa. Tengo charcos en los ojos y cemento en la garganta. No supe hacerlo mejor. Y a veces, no me perdono por ello.
En ocasiones me cuesta comprender que hice lo que pude. Bastante tenía con recibir a la muerte, yo que esperaba, inocente, a la vida.

Hoy, 2 años y 8 meses después, sé que jamás volveré a verte.
Tendré que conformarme con imaginarte porque sé que el recuerdo de tu cara se irá difuminando, cada vez más, hasta convertirse en un sueño.
Me voy a dormir con el deseo intenso de soñarte como antes, como nunca, como siempre. Necesito verte, una vez más, mi Cora. Quedamos en el único lugar que podemos vernos, a solas, en secreto. Ven a mis sueños, te espero allí.

Hoy, se reabre un poquito la herida, y cierro un capítulo más de tu corta vida y tu eterna huella. Te quiero, petita.

5 comentarios:

  1. Noe, como escribiste una vez, recordala para no olvidarla.
    Besos

    ResponderEliminar
  2. No se como he llegado hasta aquí. Quizá a través de todo lo que se removió en mi interior tras la diada de ayer.
    Siento que no hayan hecho fotos de Cora en el hospital, es una pena que esta sociedad "tan moderna" aún no este preparada para casos así. Nosotros cuando sucede estamos en shock, no podemos pensar, quien nos atiende nos tendría que asesorar para que luego estas cosas no nos desgarraran por dentro, es parte del proceso de sanación y deberían tenerlo en cuenta. Es tan grande todo lo que haces por Cora y por los demás petits... allí donde este seguro que se siente orgullosa de ti.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por tus palabras Bárbara.
    Me alegra que vinieses a la Diada.
    Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
  4. Precioso escrito y tan doloroso a la vez... Es cierto que deberíamos quedarnos solo con la sensación de tener cerca su alma, pero somos humanos y necesitamos aferrarnos a lo físico... a una imagen...

    Un besote, Noelia ♥

    ResponderEliminar