Recuerdo a mi hija porque
quiero.
Eso no me hace ser una persona
triste, ni infeliz. Yo estoy viva. Ella no. Lo sé, y lo acepto. Me gusta mi
vida. La disfruto cada día y lo seguiré haciendo mientras tenga energía.
Yo rio, canto, salto, vivo una
vida plena. Me falta un pedacito de mí, pero he aprendido a vivir sin él. Me
considero una persona afortunada.
Utilicé mi pasado como
trampolín para saltar a la vida, y por hablar de mi hija no me quedo en el sofá
de la muerte. Cuando la nombro, la honro. Hay quien no lo comprende, pero no me
importa. Gracias a ella entendí que hay mil y una maneras de vivir, y yo me
quedo con la mía. Con la que he elegido. Siempre elegimos. Yo no elegí que ella
muriera, pero elegí volver a ser feliz. Elegí aprender. Elegí salir a flote y
seguir adelante con mi camino.
Cuando digo que tengo dos
hijos, lo digo porque los tengo, no para dar pena ni nada parecido. No me
siento bien mintiendo. La muerte acaba con la vida, no con la titulación maternal.
Y sí, ejercí solo de mamá de un bebé intrauterino, pero ese pequeño ser fue y
será mi hija para siempre. El amor no entiende de distancia.
Cuando nació Adai, escuché un
sinfín de veces, “ahora ya por fin eres
mamá…” Perdone, yo ya era mamá antes, ¿no se acuerda?
Y no es que no se acuerden, es
que no lo saben. No saben que el amor no entiende ni de vida ni de muerte. No
hay fronteras.
Tengo dos hijos, aunque mi
libro de familia lo niegue.
Me da igual, no sabe más de mí
un cuadernillo burocrático que yo.
Recuerdo a mi hija porque
quiero. Y la seguiré recordando mientras mi corazón lata, y sospecho que latirá
hasta que me muera.
Nada ni nadie matará su
recuerdo. Me encargaré de ello. Y no lo haré ni con rencor ni dolor, lo haré por amor. Por el amor ese
que surge de manera espontánea al saber que estás embarazada y que una vez
invade todo tu ser, ya es imborrable para siempre.
Cora no es de esas hijas a las
que les gustan los columpios, ni hacer dibujos, ni cantar canciones. Cora no es
de bocatas de nocilla, ni de vestidos de princesa, ni flotadores de playa. Cora
no necesita desayunos con vitaminas, ni el mejor cole, ni el juguete de moda.
Cora va más allá. Cora es esencia, presencia y destino. Es luz, inspiración y
calma. Cora es compañera, sabiduría y verdad.
Cora es mi fuerza, mi energía,
mi catapulta hacia la esencia de la vida. Cora es mi pregunta, es mi porqué, es
mi razón de ser quien soy… me siento afortunada de poder tenerla.
Por mucho que me insistan. Por
mucho que no lo entiendan. Por mucho que les suene raro… La recordaré siempre,
para no olvidarla nunca.