viernes, 23 de enero de 2015

Cuatro

(25 de Enero de 2015)

Hace cuatro años que nuestros cuerpos se separaron.
Tú decidiste alzar el vuelo. Yo, continuar con mis pasos. No fue lo que yo había planeado, pero respeto que quisieras sentir la libertad que deben dar un par de alas.
Pensé que la vida se detendría. Que el tiempo se vestiría de luto y que el minutero de mi reloj caducaría.
Creí que mis risas se apagarían para siempre, que mi energía nunca más tendría batería y que mi ilusión se extinguiría.
Durante un tiempo fue así, pero pensar que eso sería para siempre, es pensar demasiado.
En aquel momento, desconocía en aprendizaje maravilloso que se escondía tras tu muerte.
Era una analfabeta del amor y pude entender que, sin ti, aprendí mucho más de lo que tenía previsto aprender contigo.

En mi mundo explotó un tsunami que arrasó todas las construcciones de mi vida. Aplané el terreno y aproveché los cimientos que un día puse, y cree lo que creía imposible.
No fue fácil hacerme a la idea de cómo sobrevivirte, y mucho más difícil fue asumir que ya no vendrías. Me armé de valentía y amor y me dispuse a ser feliz con los retales de tu vida y de la mía.
Para mi sorpresa, te diré, que pude tejer un gran manto con los hilos del aprendizaje y que hoy, me visto cada día con el orgullo y satisfacción de ser tu mamá. Una madre que pese a la muerte, ama la vida por encima de todo.
Mentiría si te dijera que tu hermano no tiene nada que ver, pero ¿sabes, Cora?, fuiste tú la que me adentraste en el maravilloso mundo de la maternidad del que ni la muerte me puede ya echar.

Te echo de menos, sí, pero te quiero tanto que cualquier otro sentimiento se anula ante el poderoso amor. Así que me da igual lo lejos que estés, como te amo, nada me parece imposible.
Son 4 años ya los que hace que nos vimos la primera y última vez. Para ser más exactos, solo te miré yo. No pudiste devolverme la mirada, pues ya habías iniciado tu viaje al país de nunca jamás con los demás niños perdidos...
Me faltó el aliento durante largos meses, pero cuando pude recuperarlo sentí que cada latido palpitaba en tu honor.

Eres muy grande Cora. Tu corta vida fue el prólogo del aprendizaje que me regalas en tu larga muerte.

Suelo decir que te perdí, pero ¿sabes qué, Cora? en realidad creo que te gané. Fuiste un regalo eterno. Un trance entre la vida, y la vida de verdad. Un máster sobre el amor incondicional. Una catapulta hacia la esencia de todo. Una fuente inagotable de sabiduría. Fuiste eso y todo lo que me queda por descubrir, que intuyo que es abundante y maravilloso.
Feliz cumpleaños de la no-vida, cariño.
Siempre, siempre, siempre,
tu mamá.