(25 de Enero de 2015)
Hace cuatro años que
nuestros cuerpos se separaron.
Tú decidiste alzar el
vuelo. Yo, continuar con mis pasos. No fue lo que yo había planeado, pero
respeto que quisieras sentir la libertad que deben dar un par de alas.
Pensé que la vida se
detendría. Que el tiempo se vestiría de luto y que el minutero de mi reloj
caducaría.
Creí
que mis risas se apagarían para siempre, que mi energía nunca más tendría
batería y que mi ilusión se extinguiría.
Durante un tiempo fue
así, pero pensar que eso sería para siempre, es pensar demasiado.
En aquel momento,
desconocía en aprendizaje maravilloso que se escondía tras tu muerte.
Era una analfabeta
del amor y pude entender que, sin ti, aprendí mucho más de lo que tenía
previsto aprender contigo.
En mi mundo explotó
un tsunami que arrasó todas las construcciones de mi vida. Aplané el terreno y
aproveché los cimientos que un día puse, y cree lo que creía imposible.
No fue fácil hacerme
a la idea de cómo sobrevivirte, y mucho más difícil fue asumir que ya no
vendrías. Me armé de valentía y amor y me dispuse a ser feliz con los retales
de tu vida y de la mía.
Para mi sorpresa, te
diré, que pude tejer un gran manto con los hilos del aprendizaje y que hoy, me
visto cada día con el orgullo y satisfacción de ser tu mamá. Una madre que pese
a la muerte, ama la vida por encima de todo.
Mentiría si te dijera
que tu hermano no tiene nada que ver, pero ¿sabes, Cora?, fuiste tú la que me
adentraste en el maravilloso mundo de la maternidad del que ni la muerte me
puede ya echar.
Te echo de menos, sí,
pero te quiero tanto que cualquier otro sentimiento se anula ante el poderoso
amor. Así que me da igual lo lejos que estés, como te amo, nada me parece
imposible.
Son 4 años ya los que
hace que nos vimos la primera y última vez. Para ser más exactos, solo te miré
yo. No pudiste devolverme la mirada, pues ya habías iniciado tu viaje al país
de nunca jamás con los demás niños perdidos...
Me faltó el aliento
durante largos meses, pero cuando pude recuperarlo sentí que cada latido
palpitaba en tu honor.
Eres muy grande Cora.
Tu corta vida fue el prólogo del aprendizaje que me regalas en tu larga muerte.
Suelo decir que te
perdí, pero ¿sabes qué, Cora? en realidad creo que te gané. Fuiste un regalo
eterno. Un trance entre la vida, y la vida de verdad. Un máster sobre el amor
incondicional. Una catapulta hacia la esencia de todo. Una fuente inagotable de
sabiduría. Fuiste eso y todo lo que me queda por descubrir, que intuyo que es
abundante y maravilloso.
Feliz cumpleaños de
la no-vida, cariño.
Siempre, siempre,
siempre,
tu mamá.