Ayer
fue un día muy especial. Hace 4 años que lo es, y seguimos sumando.
En
las Diadas de Petits amb Llum, siempre hay emociones nuevas, más antiguas y más
frescas. Más personas, más globos, más bebés.
Es
como si nuestros niños se hubieran remangado las alas y hubieran estado
haciendo limpieza general de nubes. Cielo raso y limpito para que empiece la
fiesta de los globos.
Me
impresionó, una vez más, la cantidad de bebés que vuelan. La cantidad de vacío
que dejan. La cantidad de amor que despiertan.
Lágrimas,
abrazos y un aplauso que rompe el silencio de tanto globo volador.
Me
los imagino a todos juntos, a semejanza de sus papás, esperando con anhelo
cazar ese globo preparado para ellos, y esa estrella con las palabras que les
quedaron por decir a los que más los quieren.
Me gusta imaginar que siguen vivos, de otra
manera, en un mundo paralelo al nuestro. Y que juegan, ríen y son felices. Que
nos mandan fuerzas si flaqueamos, nos miman y protegen.
Puede
parecer algo fantástico e irreal, pero no me convence la idea de que la muerte
te mata y ya está. Creo que somos algo más y en algún momento nos
reencontraremos.
Sea como sea, una vez más,
ayer, fue el día de nuestros petits. Por y para ellos. En el que les dimos voz,
luz y color para que se oiga su brillo para siempre.
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