viernes, 28 de junio de 2013

Cada historia cuenta. Cuenta tu historia.

Conocí a Jillian y Paul Cassidy en una reunión que mantuvimos Umamanita, S.U.A y Petits amb Llum.

Me uní a Petits hace 2 años y medio, como usuaria; soy socia desde que se formó “legalmente”  la Asociación;  y Vicepresidenta desde hace unos meses.

Durante mi proceso de duelo, necesité implicarme cada vez más en todo lo que rodeaba la pérdida, sentí que me ayudaba a elaborar mi dolor. Era como poder hacer algo por mi nena. Utilicé ese amor que tenía preparado para ella y lo volqué en la asociación. Me siento muy orgullosa de poder trabajar codo a codo con personas que ponen su energía, amor y dedicación a paliar el dolor de otras que a su vez, se encuentran en el lugar que un día nos encontramos nosotras.
Me sentía muy afortunada de poder reunirnos con dos entidades que desde hacía mucho tiempo trabajaban por y para las familias que debían despedirse de sus bebés prematuramente.

En aquella reunión, tratamos diferentes temas, entre ellos, Paul explicó el trabajo que estaba haciendo elaborando una encuesta con la intención de poder recoger datos fiables sobre la muerte perinatal en España.

Me pareció maravilloso. Cuando no sabes del tema, te crees que es algo que sucede muy raras veces. Cuando te ha pasado, te das cuenta de que es mucho más común de lo que te imaginabas. Pero es difícil llegar al punto intermedio de la realidad ya que no contamos con estudios concretos sobre muerte gestacional.
Nos pidió colaboración con la prueba piloto. Accedí encantada.

El día que rellené el cuestionario, mil recuerdos bombardearon todo mi sentir, y entre lágrimas, añoranza y esperanza contesté todas y cada una de aquellas preguntas que estaban elaboradas con coherencia y amor.
Me gustó mucho poder responder tantas cosas que nunca nadie antes me había preguntado sobre cómo fue vivir la pérdida. Todo el proceso. Cómo nos dieron la noticia. Cómo se nos trató. Cómo se nos habló. Cómo nos sentimos. Cómo lo vivimos…
Sentí que explicar los detalles, sanó un poquito más de la herida, que yo ya daba por cerrada. Recordar y ponerle palabras a aquellos momentos me dio una doble satisfacción: contribuía con mi historia a este estudio, a la vez que  liberaba trocitos de dolor que guardaba en secreto. 
Y es que como decía Freud: “recordar es el mejor modo de olvidar”.


Os invito a que colaboréis contando vuestra historia y/o difundiendo.
Encontrareis la encuesta aqui.
Se necesitan muchas historias para que sea válido el estudio.


Gracias Paul por un trabajo tan bien hecho. Estoy segura de que gracias a tus preguntas hallaremos muchas respuestas.
                          
Más info en: www.umamanita.es

                                                                                                  
                                                                                                        

martes, 18 de junio de 2013

Stillbirth

Una de las primeras cosas que recuerdo que reflexioné al morir Cora es que, por muchos hijos más que tuviera, nunca jamás, tendría una foto completa de familia. Ese pensamiento me punzaba el alma. Era una cosa material, sí, lo sabía, pero me provocaba un tremendo dolor.

Al poco tiempo conocí a Norma Grau (www.normagrau.com), fotógrafa comprometida con su objetivo y con las familias huérfanas.  Supe que tenía un proyecto llamado Stillbirth en el que, desinteresadamente, hacia fotografías especiales para familias especiales.
En aquel momento no tenía fuerzas ni energía para inmortalizar el momento en que mi vida se paró.  Y seguí su trayectoria desde la recámara.

Con la llegada de Adai, una familia a la que adoramos nos regaló un reportaje de familiar con ella. Y las familias que retrata Norma Grau, van más allá de lo posible y lo imposible ya que convoca a todos los miembros, duerman éstos en su cama o en las nubes.
Llevamos las cositas más preciadas de mi nena, y así, los 4 juntos, inmortalizamos el momento en el que la vida nos volvía a sonreir.

Pasó el tiempo y Stillbirth tuvo un hermanito, llamado 2.0, al que hemos visto nacer y estamos más que orgullosos de haber podido formar parte, con nuestra imagen, de su silueta.

Stillbirth desprende amor y rabia, ternura y desgarro, silencio y berridos.
Es un proyecto que le da la voz que se nos quiebra al vivir la muerte de un hijo.  Es un proyecto que tiene la fuerza de un huracán y la valentía de una manada de leones. Es un proyecto que sólo con existir, apacigua el corazón roto de cualquier madre huérfana.

Stillbirth es capaz de romper el silencio.


Gracias, Norma. Gracias por tu sencillez, calidad y compromiso. Por tu fuerza, tu inquietud y tu mirada. Gracias por tu implicación, dedicación y respeto. Gracias porque a través de tu objetivo llegaremos a muchos más ojos.

Un placer encontrarte en el camino. 
Por muchas fotos más.     

lunes, 17 de junio de 2013

Contigo sin ti.

El mundo no tuvo el detalle de detenerse, pese a que su corazón ya no latía.
Miraba por la ventana mientras mi sangre de retorno traía consigo una furia incesante. Cómo era posible que las farolas siguiesen regalando luz, que los coches circulasen a un ritmo constante, qué sobrevolasen en el cielo las palomas… cómo era posible que la vida ahí fuera ni parpadease.
No entendía nada, ni tan sólo porque seguía respirando si ya no tenía ganas de vivir.
Seguías dentro de mí. Intentaba no tocarte. Esperaba en una fría habitación a que salieras de mi cuerpo para siempre y entregarte la muerte. No estaba preparada... Pero no había vuelta atrás. Las hormonas recorrían mi cuerpo como la peor de las drogas y, artificialmente, en unas horas nacerías.
El tiempo, que no tuvo la cortesía de pararse, fue cruel conmigo y decidió convertir los segundos en años y me hice vieja en aquella sala esperando tu nacimiento.
Tenía miedo. Me pasé 7 meses preparándome para un parto en el que las 2 teníamos un papel muy importante. Éramos un equipo, y casi ya al final del partido, abandonaste. Me dejaste sola. Cómo iba poder parir yo, si tú no me guiabas, si tú no te abrías hueco en mí... ¿Cómo? Estaba asustada, rota, silenciada...
El segundero seguía empeñado en dar vueltas a la esfera que reposaba en mi muñeca. Lo miraba hipnotizada y me congelaba... No lo podía creer. Estabas muerta en mi barriga. Cómo había podido pasar esto... En qué momento decidiste que ya no seguías adelante... Podías haberme consultado... Podíamos haber llegado a un acuerdo... Podías haberte quedado. Lo hubiéramos pasado tan bien juntas.
Siguió la noche. Ahí fuera nadie se había enterado de que ya no estabas. Apenas era capaz juntar una palabra con otra. Mi cerebro estaba congestionado de tanto dolor y mi corazón empezaba a necrosarse.
Tumbada en la cama miro con perspectiva tu contorno protegido por mi piel. Sigues ahí. Quieta. Aún tengo la pequeña esperanza de que te vuelvas a mover y esto no haya sucedido jamás. Sigues firme en tu decisión y no resucitas, pese a mi insistencia.
Se hace de día. Me bajan al paritorio donde no sé si me dejaran saludarte.
Tengo miedo. Hay voces que hablan de cosas que no me importan. Cuanto más se acerca el momento, más me acosa la idea de que quiero verte. Me asusta preguntar si me dejaran, imagino que la respuesta es no y no tengo fuerzas ni para que mi voz suene contundente. Entra una bata blanca que tararea una melodía. Ni saluda. Tampoco me sale energía para contestar... La medio observo. Parece feliz. Hago un esfuerzo e intento que mis cuerdas vocales hagan su función. "¿Me dejaran ver a la nena?" le pregunto. Me mira, y con tono alegre y enérgico me dice "hombre, claro". Lo que está claro es que no sabe que mi hija reposa muerta en mí. Sigue su canción y se va.
Agradecería un poco de información y compañía.
¿Cuánto faltaba? Me parecía una tortura seguir con su muerte acariciándome el útero. No podía más. Que hicieran un corte y la sacaran. Lo había visto en la tele, no era tan difícil...
No habría cesárea. Sería un parto vaginal mudo. El silencio estuvo sonando a 1000 decibelios, hasta que ensordecí.
Naciste y empezó mi vida sin ti.



martes, 11 de junio de 2013

De lo que parecía imposible.

“No te preocupes, tendrás más... Eres joven y tienes mucho tiempo por delante. Dentro de nada estarás embarazada otra vez y te olvidaras de todo.”

Qué poco sabía aquella comadrona que se las daba de experta.
Yo no quería otro bebé. Yo quería a mi hija y la quería viva, como todo el mundo. La gente normal se embaraza, pare un bebé vivo, se va a su casa y es feliz.
Yo me embaracé, parí a mi hija muerta y me fui a mi casa vacía y rota.
No era justo. ¿Por qué tuvo que morirse si yo hice todo lo que venía en el manual de mamas primerizas? ¿Por qué tenía que pasar al segundo hijo sin poder haber disfrutado del primero?
No era justo. Yo ya había pasado por el embarazo y ahora quería mi premio. ¿Por qué  tenía que volver al punto de partida otra vez si quería disfrutar de mi bebé vivo? Y encima nunca podría ser ese bebé que yo quería...

Mientras tanto todo mi entorno repetía, como si de un mantra se tratase, "ya tendrás otro bebé, ya tendrás otro bebé..."
Ante tanta insistencia, me esforzaba en visualizarme con otros futuros hijos, y me costaba horrores poder crear en mi mente a un par de retoños de mi mano. En los días de suerte, creaba a un niño y a una niña, y sin mucho entusiasmo, me auto decía: “son tus futuros hijos...” los miraba y no tenían cara. Me daban igual. No los quería... Yo solo quería a mi hija.

Pasaron las horas, los días, las semanas, y esos hijos ficticios empezaban a cobrar forma y mi mente empezaba a atreverse a entablar conversación con ellos. Poco a poco no me fueron pareciendo tan mal. Los miraba y empezaban a hacerme gracia.
A medida que aceptaba la muerte de Cora, mi corazón hacia espacio para albergar más amor de madre, desfocalizarlo de la muerte y entregarlo a la vida.

La ilusión cada vez estaba más presente, el miedo, cada vez más lejos, la esperanza, la podía rozar con los dedos: era el momento.
Avisé a la pasión, que vino encantada, y así, junto al amor, fuimos poco a poco amando a ese ser que inició su vida en mí y la siguió junto a nosotros.

Ahora, con una hija que duerme en las nubes y un bebe que lo hace en mis brazos, comprendo la capacidad del amor, que superó con creces todas mis expectativas. Hay suficiente para los dos, cuanto más lo riego, más crece. Y estoy segura de que seguirá habiendo para los que deseen venir después.

Aquella comadrona de boca ancha, con sus palabras dolientes, tenía un poco de razón.
Sí, tendría más hijos; Sí, era joven; Sí, tenía tiempo por delante; Sí; en poco tiempo me embaracé de nuevo;  Pero NO, no me olvidaré jamás, y no la olvidaré porque no quiero. A cualquier madre que se olvide de su hij@ la acusarían de negligencia parental… ¿Por qué nosotras somos diferentes? La respuesta es obvia, pero que yo sepa, el amor no es incompatible con la vida.
                                                                                     

domingo, 2 de junio de 2013

El Reiki en el Duelo

Os dejo un artículo escrito por mi amiga y compañera de camino, Nuria Garrido. Terapeuta, Maestra de Reiki y Consteladora Familiar. Estuvo presente con su alma y corazón durante mi dolor más profundo. Con sus manos y el Reiki me ayudó a que la herida cicatrizara con amor. En el apartado de recursos encontraréis su contacto. Un placer que se cruzara por mi camino hace casi 10 años. Gracias Nurita.


Aunque hace ya años que me dedico a hacer Reiki y tengo diferentes experiencias, no puedo decir que siempre actúe de la misma manera en personas que plantean una problemática similar.
La energía es sabia, circula por el cuerpo del receptor y decide actuar de una u otra manera, dependiendo de lo que le haga más falta a la persona en ese momento. Por ese motivo mi mente sólo dice: "Te deseo lo mejor de lo mejor", y dejo en manos de Dios, o del Universo, o del Poder Superior, los resultados de la sesión.
A menudo me llaman y me piden Reiki a distancia para mujeres que están de parto. En ese momento, o bien yo sola, o bien contactando con otros "Reikistas", me pongo o nos ponemos en acción y enviamos energía Universal a la situación ( a la madre, criatura, personal sanitario...) La energía actúa sabiamente y sabe dónde o en quién incidir.
Son partos en los que la madre suele comentar que se ha sentido segura, acompañada, tranquila, reforzada...
Hace unos años sonó el teléfono por la noche. Una buena amiga iba a parir... Le habían comunicado que su bebé de siete meses de gestación no tenía latido... Iban a provocarle el parto.
En un principio la conmoción emocional atravesó mi cuerpo, estaba sentimentalmente vinculada a mi amiga, a su marido y también a su niña... Pude sentir el miedo, el dolor, la incredulidad, la ira y el shock de aquellos padres...
En esos momentos y para poder ser útil, entregué a mis Guías todas mis emociones y contacté con mi hermana. Pasamos toda la noche haciendo Reiki a la situación. Deseando lo mejor de lo mejor a aquellos padres, dentro de lo que estaban viviendo.
Mi hermana y yo nos íbamos comunicando de tanto en tanto y ambas coincidíamos en lo mismo, dado que el Reiki no dejaba de fluir de nuestras manos ni bajaba de intensidad en ningún momento, entendíamos que debíamos continuar y así lo hicimos hasta bien entrada la mañana.
No puedo saber cómo se habrían sentido estos padres si no hubieran tenido Reiki en esa situación, eso sólo Dios lo sabe...
En posteriores sesiones presenciales, la mamá, que iba siguiendo su proceso natural de duelo, iba recibiendo Reiki y éste se concentraba en ocasiones en la cabeza, o en el corazón, o en el plexo solar, etc... La energía sanadora y amorosa iba ayudando a sanar en cada momento las emociones, los sentimientos, o el cuerpo físico...
Cada uno de nosotros vivimos el duelo de diferentes maneras, como el resto de experiencias de nuestras vidas. Aunque normalmente recorremos las cinco conocidas etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

En cada una de estas etapas, unos nos quedamos más tiempo que otros porque nos cuesta dejarla atrás y pasar a la siguiente, o vamos pasando de una a otra arrastrando la ira o la depresión, la negación... Etc...
Durante este proceso, el Reiki actúa como energía que ayuda a disolver los estancamientos y a paliar el dolor intenso de la pérdida. Le da a la persona aquello que le hace falta para encontrarse mejor y superar el trance.






Este artículo va dedicado a Cora, a sus papás y a todos aquellos padres que soñando con dar vida no han podido sentir los latidos y la respiración de su bebé habiéndolo amado tanto incluso antes de saber que venía.

Nuria Garrido Liso.